En varias ocasiones me pregunté cual sería la mayor utilidad de haber tomado este curso.
Hasta ahora, la respuesta a la que llego con más frecuencia es que dependiendo la situación, será su utilidad.
Si he de elegir un vino para alguna ocasión, tengo bases para decidir que vino en función de la comida que se va a ofrecer. Si tengo oportunidad de conocer el menú podré elegir un vino para alimentos con grasa, o suaves y ligeros, quizá frutas, quesos o carnes, o interesarme en la salsa de una pasta y no solo en que es pasta.
Si no puedo conocer el menú, podré definir algún vino “comodín” que pueda acompañar una gran gama de sabores y alimentos sin perderse o dominar, sino complementar.
Pero más allá de lo que se refiera a un buen comer, a un buen complemento, y recordando la sugerencia de Alberto de no hacer un show snob de todo esto, estimo que en general me resulta princpalmente muy útil para un esquema de cultura general.
La cultura que implica interesarse en un vino, su proceso de producción, sus cualidades, el país del que proviene, sus mejores opciones para disfrutarlo, la manera de apreciar mejor sus propiedades, y todo el historial de la humanidad que implica haber llegado a este punto de especialización, acompaña a la misma humanidad en su trayecto y refleja algo más que un refinamiento y una actividad comercial. Refleja el esmero de una ciencia por generar algo disfrutable.
Ojalá así fuera siempre la ciencia, en busca de lo disfrutable.
Pero bueno, eso sería tachado de hedonista (puro placer).
Por eso, retomando el titulo del punto, “cultura en El Lisboa”, mencionaré al Señor Pereira, periodista del diario “Lisboa”, responsable de la sección cultural de ese periódico que se publica en esa ciudad, que da nombre al café que compartimos cada semana.
El italiano Antonio Tabucchi escribió la obra “Sostiene Pereira”, donde el personaje principal es el periodista portugués Pereira, encargado de la sección cultural en el periódico "Lisboa”.
La obra fue llevada al cine en 1996 y el personaje principal fue interpretado por Marcelo Mastroianni. Su personaje tiene el habito de ir al Café Orquídeas a beber limonadas o un Oporto seco.
En su momento, según le explica su Doctor a Pereira, su confederación de almas (de las diferentes almas que poseé cada persona) ha tenido un cambio en el liderato, y una nueva alma dirige ahora el curso de sus inquietudes y pasiones.
Pereira se resiste al principio, pero luego cede ante las novedades que trae en su vida el cambio de mando en su grupo o confederación de almas.
Ese cambio lo termina aprovechando para algo, y al mismo tiempo, su cultura, se ve ampliada por tener sus sentidos abiertos.
Leí esa obra en las mismas semanas en que tomábamos el curso. Además de la sencilla coincidencia del nombre del café donde aprendemos y del nombre del periódico donde Pereira trabaja, me pareció que con lo que hemos ido aprendiendo, algo nos permitirá cambiar:
Nuestra forma de ver los vinos en el Super
La forma y finalidad de dar los primeros tragos a cualquier copa
La atracción de las etiquetas de las botellas y la información que de ellas captemos
La misma forma de las botellas
Las burbujas iniciales al servirlos ya no pasarán desapercibidas
Las cosas como el gusto, el retrogusto, la memoria, serán una percepción delicada pero notoria cuando bebamos vino
Y en fin, toda una actitud discreta pero valiosa ante cada vino
Si acaso esto lo trasladáramos hacia otros alimentos, otras bebidas, incluso otras sensaciones…
Si acaso a otras experiencias y oportunidades le aplicáramos el mismo estudio, y nos observáramos a nosotros mismos ante las distintas situaciones…
Si acaso afináramos nuestros distintos radares receptores para entender mejor lo que nos llega del exterior…
Y si termináramos mejorándonos sabiendo que somos captados por los radares de los demás y por los nuestros propios…
Todo esto concientemente, mesuradamente…
Sabríamos catar y catarnos mejor en cada copa, en cada escena…
Y como Pereira, el del periódico Lisboa, ante su nueva agrupación de almas internas, nosotros ante una nueva forma de conocer y conocernos, dándonos tiempo y paciencia para evaluar y disfrutar cada sorbo de la vida… podríamos transcurrir más profundamente cada situación.
De alguna forma, la cultura es conocimiento y apreciación.
Hay que afinar los radares, y darse el tiempo de utilizarlos.
Con los radares conocemos y con el criterio apreciamos.
Y esto es lo que siento que hemos crecido culturalmente en el Lisboa.